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DUELEN
Campaña de prevención de la violencia ejercida por adolescentes y jóvenes en sus familias y entre iguales
Videos informativos
Carmen Núñez, directora general de Servicios Sociales, Infancia y Familia de la Junta de Extremadura, explica cómo podemos ayudar a las familias afectadas por la violencia que ejercen los jóvenes en sus familias o entre iguales. Lo hace en esta página web en varios vídeos que podrán verse de manera sucesiva a lo largo de las próximas semanas.
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Si tu familia sufre este problema y
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Violencia en la familia
Son las conductas de los adolescentes y jóvenes que ejercen violencia física, psicológica (verbal o no verbal) o económica dirigida a los/las progenitores o a aquellos adultos que ocupan su lugar. En España, en el año 2018, se registraron 4.833 casos de violencia filio parental. En Extremadura fueron sesenta y siete.
Violencia entre iguales
Es la que dirige un adolescente o joven contra otras/os. Puede darse en los colegios, o institutos, o en las zonas de ocio que comparten. Los jóvenes suelen utilizar también un tipo de violencia que cada vez es mayor, la que usa las nuevas tecnologías y las redes sociales para causar daño a sus víctimas.
Violencia de género
Es la que sufren las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. Es ejercida por adolescentes y jóvenes que están o han estado ligados a ellas por relaciones de afectividad: Su objetivo es producirles daño y conseguir el control sobre sus novias, amigas o compañeras.
Señales de violencia en la familia
Debemos estar atentos a las señales que nos indican que nuestras hijas/os empiezan a desarrollar conductas que pueden llevarles a convertirse en jóvenes o adolescentes que ejercen violencia filio parental.
Esta violencia no aparece de un día para otro, sino que se produce, generalmente, en escalada: empiezan con insultos y descalificaciones, pasan a amenazas y ruptura de objetos, y finalizan con agresiones cada vez más severas. Es un proceso que puede durar años.
Estas son algunas señales de alarma:
- Nuestros/os hijas/os se pelean para conseguir el “poder” en el hogar.
- Discuten, se enfadan y gritan muy a menudo.
- Rompen las normas de la convivencia.
- El/la adolescente o joven está irritable, no controla sus impulsos ni sus emociones.
- No siente empatía emocional (no es capaz de ponerse en el lugar de la otra persona).
- No tiene remordimientos o arrepentimientos.
- El/la adolescente o joven hace comentarios violentos, radicales, etc. Presenta conductas desafiantes continuamente.
- Escupe, golpea, tira cosas, rompe cosas, etc.
- Amenaza con escaparse de casa o con hacerse daño.
- Hace chantaje emocional para conseguir ropa nueva o para llegar más tarde a casa.
- Desaparecen el dinero u objetos de valor para la familia.
- Tenemos miedo de sus reacciones y evitamos “enfadarle”.
Cuando nuestros hijos e hijas son violentos, nosotros sufrimos, pero hay veces en las que sufrimos especialmente porque la violencia física y/o psicológica se dirige hacia nosotros mismos. Este tipo de violencia se llama violencia filio parental y en los últimos años se ha investigado mucho sobre ella por la cantidad de casos que existen. La Sociedad Española para el Estudio de la violencia filio parental (2015) la define como: “conductas reiteradas de violencia física, psicológica (verbal o no verbal) o económica, dirigida a los/las progenitoras, o a aquellos adultos que ocupan su lugar”.
Esta violencia no aparece de un día para otro, sino que se produce, generalmente, en escalada: comienza habitualmente con insultos y descalificaciones, pasa a amenazas y ruptura de objetos, y finaliza con agresiones de índole cada vez más severa. Es un proceso que puede durar años. A pesar de lo que se puede creer, la violencia no para, más bien al contrario, la violencia crece progresivamente y no se detiene ni siquiera cuando el agresor consigue una sumisión absoluta, un pleno dominio y control por el terror. Este tipo de violencia suele ser invisible debido a que muchos casos quedan dentro del hogar familiar y no llegan a ser denunciados. Tan solo llegan a ser visibles los casos de mayor gravedad y cuando la situación es insostenible. Las madres y padres, además, suelen padecer esta violencia con diferentes tipos de sentimientos, según la etapa o su personalidad. Estos sentimientos son:
– Negación. No querer ver que la convivencia está siendo una amenaza constante. Confiar en que las cosas pueden cambiar, que solo es cuestión de darle tiempo o concederle lo que pide… “Está en una edad complicada…”
– Miedo. Vivir con miedo, tener sensación de inseguridad en la propia vivienda. Las víctimas pueden llegar a sentir ansiedad, a no querer regresar a casa tras el trabajo, a no querer salir de la habitación para evitar el encuentro.
– Vergüenza y humillación. Fracaso y vergüenza que sienten el padre o la madre al sentir que se cuestiona su forma de educar, al creer que ese comportamiento abusivo/violento es fruto de haber educado mal a sus hijas/os.
– Tristeza. Sensación de pérdida al no reconocer a tu hijo/a, tristeza porque tu familia se ha roto, preocupación porque tu hijo/a se marcha de casa y no vuelves a verlo.
– Estrés. Aumento de discusiones, situaciones que no somos capaces de controlar y reacciones descontroladas o desproporcionadas a lo que está sucediendo en casa.
La violencia filio parental puede afectar a cualquier familia, independientemente de la región en la que viva, la región o el lugar en que resida, su nivel económico, o sus estudios. Quienes la sufren no tienen un perfil concreto, aunque suele afectar de modo más frecuente a personas mayores y familias monoparentales, especialmente a las madres.
La violencia entre iguales es una realidad que ha existido siempre. Afortunadamente, en los últimos años parece que hay mayor conciencia social sobre las consecuencias que tiene sobre las/los menores de edad que lo sufren, así como, también, hay una mayor necesidad de conocer qué le está ocurriendo a quien ejerce la violencia. Y, por supuesto, hay mucho interés en saber qué es lo que hacen, o no, quienes ven o participan de ese tipo de violencia.
Este tipo de violencia también se produce utilizando como instrumentos las nuevas tecnologías (ciberbullying), ya que hoy en día nuestros/as adolescentes se mueven mucho dentro de ese mundo virtual donde se relacionan. En cualquier caso, creemos que es necesario tener una idea básica sobre las características básicas de este tipo de violencia:
– Los hechos más habituales son los insultos y palabras ofensivas, la violencia física y el aislamiento de la víctima.
– El bullying se produce en gran parte en aulas y recreos. Cuando es en las redes sociales, la conducta violenta se da en cualquier momento.
– Una parte relevante de las víctimas no cuenta su situación a los padres/madres.
Por todo ello, muchos estudios señalan algunas actuaciones como prioritarias:
– Es necesario detectarlo desde sus primeras etapas, ya que, en sus inicios, pasa muchas veces inadvertido y por esta razón se perpetúa y multiplica su intensidad y frecuencia.
– La prevención es un elemento clave.
– Promover actitudes como el respeto a los demás y valores humanos que fortalezcan el trato solidario y de colectividad, tolerancia e igualdad. En este punto, la familia tiene un papel esencial, ya que debe ser ejemplo de todo lo anterior y fomentar este tipo de valores.
La Organización Mundial de la Salud, en su informe Estimaciones mundiales y regionales de la violencia contra la mujer: prevalencia y efectos de la violencia conyugal y de la violencia sexual no conyugal en la salud, de 2013), asegura que el 35 por ciento de las mujeres experimentarán hechos de violencia en la pareja o fuera de ella en algún momento de sus vidas. Es, por tanto, muy necesario prevenir en la adolescencia, antes de las relaciones amorosas, ya que es en esta edad cuando empiezan a crearse las ideas sobre cómo debe ser el noviazgo y cómo tienen que ser chicos y chicas dentro del mismo.
En la adolescencia, los amigos y las amigas, las redes sociales e, incluso, la pornografía, tienen un poder muy influyente sobre el comportamiento de chicos y chicas. De hecho, todo esto suele ser su fuente de información para comenzar sus relaciones de pareja. Y muchas veces la visión que dan sobre ello esas fuentes puede ser inadecuada o errónea. Estas circunstancias pueden llevar a que chicos y chicas no sepan diferenciar una relación sana de una tóxica y pueden llegar a pensar que los modelos que ven a través de esas herramientas (redes sociales y pornografía) son los modelos a seguir. Todo esto puede derivar en una serie de consecuencias en su comportamiento: Intentan controlar a la pareja. Miran continuamente las redes sociales de la pareja, vigilan a sus amistades y las fotografías que suben a la red.
– Tratan de mantener falsos mitos del amor romántico, como, por ejemplo, los celos. “Si me quiere, tiene que tener un poquito de celos”, o “Si me quiere, tiene que soportar mi mal humor”.
– Piensan que existe el amor verdadero debe durar para siempre y, por tanto, soportar cualquier tipo de humillación para salvar ese ideal.
Frente a esta realidad, es necesario que la familia esté alerta e influya positivamente puesto que en su seno se experimentan sentimientos, vivencias y modelos de relaciones. La familia transmite valores y las/los adolescentes aprenden parte de sus conocimientos y habilidades para el desarrollo de las relaciones personales. Por eso es necesario empezar, desde muy temprano, a hablar con ellas/os sobre las relaciones afectivas y sexuales, de respeto, de la escucha activa y de la importancia del consentimiento.
La violencia de género entre adolescentes ocurre en todos los niveles educativos, sociales y culturales. De la misma manera, también, se observa que, en algunas relaciones de pareja entre jóvenes, ambas partes se insultan o se controlan. Por ese motivo, continúa siendo muy necesario seguir trabajando desde la prevención y, así, ir aprendiendo a detectar los primeros indicios de este tipo de relaciones que, también, duelen.
CONOCE NUESTRA GUÍA PARA MADRES Y PADRES
Guía para la prevención de la violencia ejercida por jóvenes en sus familias y entreiguales
ACTÚA
Si estamos ante las primeras conductas violentas y/o no son graves, podemos solicitar asesoramiento y apoyo a los servicios sociales. Allí nos podrán orientar y podrán derivarnos a recursos especializados: programas de familia, programas preventivos, salud mental, programas especializados en violencia filio-parental, etc.
Si la violencia no disminuye, si va a más, si tememos por nuestra integridad física y psicológica y sobre todo si pone en riesgo a otros niños o niñas, hay que acudir a la policía, la Guardia Civil o la fiscalía de menores. Puede que la solución tenga que venir inicialmente por una respuesta policial o judicial.
pautas
Cómo educo a mis hijas/os para evitar que ejerzan violencia
Educa con normas y límites, combinándolas con el afecto. Las familias pueden enseñar habilidades sociales y de vida a sus hijos e hijas, de una manera respetuosa, mezclando el cariño y la firmeza. No se trata solo de hablar de permisos y prohibiciones, sino que, también, hay que incluir actitudes, creencias y valores en torno a los afectos, a la búsqueda de las soluciones y el consenso.
Crea un clima de confianza para que tus hijas/os adolescentes sientan que pueden hablarte de sus miedos, inseguridades o desacuerdos. Las personas adultas, a su vez, debemos hacerles sentir que son una prioridad en nuestra vida y que estamos disponibles para todo lo que les pueda preocupar.
Establece límites claros y razonables
en la convivencia y el comportamiento de tus hijas/os.
No respondas a sus enfados o conductas violentas cediendo, aprenderán que esa es la forma de conseguir lo que desean.
Ajusta la medida impuesta tras su conducta negativa a lo que haya podido suceder. No se puede extender por un tiempo indeterminado.
Valora el esfuerzo que hacen, que sientan que estamos orgullosos de ellos y hacerles ver sus cualidades.
Enséñales a afrontar las consecuencias de sus actos y a asumir sus equivocaciones sin echar la culpa a los demás sino pensando que pueden mejorar la próxima vez.
Muestra interés por su mundo, por las cosas que le gustan… Escúchalas/os de forma activa y comparte tiempo con ellas/os.
Dales ejemplos de empatía y respeto, que aprendan por nuestras actitudes cómo respetar a los demás y ponerse en el lugar del otro.
Demuéstrales que les quieres con abrazos, besos, o gestos cariñosos y cómplices. Eso les hará sentirse mejor con ellos/as mismos/as, más cercanos a nosotras/os.





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